Hace meses me enteré que sería parte de los escritores invitados al Festival. Lo recibí con mucha alegría y sorpresa. Después, con un poco de duda. No, no es que fuera malagradecido o engreído o tenga baja autoestima. Se me acurrió pensar que era muy prematuro, que debieron de esperar a que tuviera una producción literaria más robusta; que otros escritores (de los de verdad) como Rafah Acevedo, no estaba en la lista. Pero, poniendo las cosas en su justa perpectiva, ¿cómo se me iba a ocurrir dejar pasar esta oportunidad?
Me atrevo a decir que es un reconocimiento al esfuerzo, la perseverancia, a la resistencia, a los traspiés. Al igual que los otros autores invitados glbttq sé lo que es ser censurado, tocar puertas herméticamente cerradas y las que se abrían, se abrían con condiciones. Sé lo que es ser advertido, aconsejado... amenzado. Se lo que es autopublicarse y en el proceso aprender a hacer de todo: edición, artes gráficas, mercadeo, distribución, diseñador de páginas cibernéticas, vendedor... Sin contar las veces que he pensado, imaginado, que puedo mandar todo al carajo y vivir una vida de menos estrés, menos querencias.
Está también ese otro triunfo: el triunfo social. El triunfo de un niño pobre, de padres sin estudios, que se crió en una barriada sin nombre en las calles, que estudió en una escuela pública llena de asbestos y una correntía de aguas usadas en medio del plantel, de salones que se inundaban cuando llovía y baños destruídos. Es el triunfo del mariconcito flaco y feo, de la diversión preferida de los acosadores, del que no se supone que llegara a nada, el "ese", la otredad.
Es el triunfo del maestro de escuela en un país que desvaloriza la educación pública y democrática y sus educadores. Es el triunfo del amor al trabajo y al esfuerzo propio que me enseñó mi padre y mi abuelo; al amor al estudio y la educación que me trnasmitió mi madre y los pocos maestros que se dieron cuenta que estaba en el salón; de los pocos amigos leales.
Por eso fue mi Festival. casi privado. Fui la estrella. Mi estrella.
Ver el Museo lleno, ver, sentir, experimentar a todo esa atrio lleno de estudiantes ojeando libros, preguntando, tomándose fotos, escribiendo en las paredes... viviendo la literatura. (Esos son nuestros próximos lectores.) Sentarme en una mesa a debatir con autores internacionales de renombre, este jibarito del barrio Pájaros de Toa Baja, almorzar y darle pon a autoras que has leído y jamás imaginaste que conocerías. Ver a tus compañeros escritores vender sus libros: a Julio, a Marzán, Beatriz, Mayra, Angel Antonio, Karen, David Caleb, Rabelo y el Cónsul de Dinamarca... "Acerquence... pueden ojear como gusten, los libros son para tocarse..."
Más allá de todo este "ego trip"; más allá de que si la presencia de Luce Vela ofendía nuestras sensibilidades políticas, está la pregunta que me hiciera un jovencito de 14 años que me transformó (¡fue él a mi!): ¿Por qué escribe usted? y ver en aquella mirada la mía. Fue algo cósmico, de hechizería... Pero lo más más más bello, fue ver a Luna Victoria volando en brazos de su abuelo en medio del atrio del Museo.
Eso y mil cosas más hacen que valga la pena el trabajo de Mayra Santos Febres, la Junta del Salón Iberoamericano y los voluntarios. Puerto Rico necesita cosas como esta. Lo único que necesita el Festival es seguir mejorándolo.
PUEDES DAR LIKE EN LA BARRA DE NAVEGACIÓN QUE VES ABAJO Tu opinión es importante. En la caja de abajo puedes emitir tu comentario utilizando tus cuentas de Facebook, Google, Yahoo o Twitter.
Me atrevo a decir que es un reconocimiento al esfuerzo, la perseverancia, a la resistencia, a los traspiés. Al igual que los otros autores invitados glbttq sé lo que es ser censurado, tocar puertas herméticamente cerradas y las que se abrían, se abrían con condiciones. Sé lo que es ser advertido, aconsejado... amenzado. Se lo que es autopublicarse y en el proceso aprender a hacer de todo: edición, artes gráficas, mercadeo, distribución, diseñador de páginas cibernéticas, vendedor... Sin contar las veces que he pensado, imaginado, que puedo mandar todo al carajo y vivir una vida de menos estrés, menos querencias.
Está también ese otro triunfo: el triunfo social. El triunfo de un niño pobre, de padres sin estudios, que se crió en una barriada sin nombre en las calles, que estudió en una escuela pública llena de asbestos y una correntía de aguas usadas en medio del plantel, de salones que se inundaban cuando llovía y baños destruídos. Es el triunfo del mariconcito flaco y feo, de la diversión preferida de los acosadores, del que no se supone que llegara a nada, el "ese", la otredad.
Es el triunfo del maestro de escuela en un país que desvaloriza la educación pública y democrática y sus educadores. Es el triunfo del amor al trabajo y al esfuerzo propio que me enseñó mi padre y mi abuelo; al amor al estudio y la educación que me trnasmitió mi madre y los pocos maestros que se dieron cuenta que estaba en el salón; de los pocos amigos leales.
Por eso fue mi Festival. casi privado. Fui la estrella. Mi estrella.
Ver el Museo lleno, ver, sentir, experimentar a todo esa atrio lleno de estudiantes ojeando libros, preguntando, tomándose fotos, escribiendo en las paredes... viviendo la literatura. (Esos son nuestros próximos lectores.) Sentarme en una mesa a debatir con autores internacionales de renombre, este jibarito del barrio Pájaros de Toa Baja, almorzar y darle pon a autoras que has leído y jamás imaginaste que conocerías. Ver a tus compañeros escritores vender sus libros: a Julio, a Marzán, Beatriz, Mayra, Angel Antonio, Karen, David Caleb, Rabelo y el Cónsul de Dinamarca... "Acerquence... pueden ojear como gusten, los libros son para tocarse..."
Más allá de todo este "ego trip"; más allá de que si la presencia de Luce Vela ofendía nuestras sensibilidades políticas, está la pregunta que me hiciera un jovencito de 14 años que me transformó (¡fue él a mi!): ¿Por qué escribe usted? y ver en aquella mirada la mía. Fue algo cósmico, de hechizería... Pero lo más más más bello, fue ver a Luna Victoria volando en brazos de su abuelo en medio del atrio del Museo.
Eso y mil cosas más hacen que valga la pena el trabajo de Mayra Santos Febres, la Junta del Salón Iberoamericano y los voluntarios. Puerto Rico necesita cosas como esta. Lo único que necesita el Festival es seguir mejorándolo.
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MAX CHÁRRIEZ: EL FESTIVAL DE LA PALABRA...EL MIO
Reviewed by qpgc
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