La imagen que tiene mucha gente de un hombre gay es de un sujeto atractivo, delgado y probablemente musculoso. Los mismos hombres gay visualizan el estereotipo del hombre deseado como un hombre bien parecido, en muchos casos de estilo anglosajón, delgado o musculoso. De igual manera con las mujeres.
Las revistas de moda y farándula presentan estos seres modelando con una pieles sin arrugas ni manchas, y cuerpos como si no comieran, Pero claro en muchas ocasiones estas modelos son en realidad muy jovencitas, o realmente casi no comen. La realidad es que la mayoría de los hombres y mujeres normales no necesariamente encajamos en esos moldes. Gracias a Dios algun@s ya tenemos claro que ese molde puede ser muy vacío, que el sabor real está en la diversidad, y que un rasgo feo adorna la totalidad.
Pero como se han de sentir aquellos jóvenes, que ya de por sí son inseguros por estar en proceso de formación, y más aún cuando son parte de una comunidad rechazada y negada como lo son las personas LGBT. Cuando somos jóvenes la agresión de las industrias de la moda y belleza nos impacta con mayor fuerza. Estas nos venden ideales de belleza física inalcanzables para la gran mayoría de los humanos normales. Se valen de de campañas comerciales agresivas en las que nos intentan hacer creer que belleza física y felicidad son sinónimos. Para ellas todos somos consumidores y solo valemos si compramos su mercancía. Ante tal agresión muchos jóvenes reaccionan desarrollando problemas de pobre auto estima y baja auto imagen corporal al cobrar conciencia de sus imperfecciones completamente normales en personas naturales. Pero lo que estos jóvenes tendrán que aprender es que ni la belleza trae por sí sola felicidad, ni a la felicidad le importa la belleza.
Sin embargo es innegable que nuestra cultura cotidiana se ha tornado tan visual y superficial que a diario podemos observar a personas, públicas y privadas, completamente vacías, superficiales y en ocasiones hasta tontas, que ellas mismas se han creído especiales por simples atributos físicos, y aduladas por séquitos que les siguen. Son casos tristes porque se hacen esclavos de sus atributos físicos negándose así posibilidades reales de crecimiento personal.
Pero al otro extremo se encuentran los que no fueron obsequiados con atributos físicos mercadeables. Si no reciben la ayuda de un medio que les ayude a discernir lo realmente importante de lo banal pueden terminar con serios problemas de auto valía que pueden a su vez afectar su capacidad para relacionarse de forma adecuada. La incapacidad para aceptarse a sí mismo puede conducir a un sentido de que no pueden, o no merece ser amados, resultando, entonces, en conductas auto destructivas.
Nadie vale realmente por como se ve. Cuando aceptamos eso dejamos de ser humanos para convertirnos en objetos, en adornos. La industria de la belleza dirá otra cosa, pero a ellos solo les interesa tomar personas vulnerables para hacerlas esclavos por puros intereses comerciales.
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EL PRECIO DE LA IMAGEN PARA PERSONAS LGBT
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