Conocí a Michael (nombre ficticio) en una conocida barra de Santurce. De él me atrajo que siempre que le veía riendo. Creo que lo que me sedujo de él fue su alegría. Desde que comenzamos a compartir siempre me demostró que yo le encantaba, eso me enloquecía. Constantemente me decía que estaba loco por mí, así me fue enamorando.
Comenzamos a frecuentar juntos el lugar donde nos conocimos. Al principio todo fue maravilloso, la pasábamos bien juntos, nos reíamos, me sentía bien en su compañía. Con el tiempo comencé a observar que tomaba mucho, pero como me gustaba tanto no quise prestar atención. Sin darme cuenta mi sueño se fue convirtiendo en una pesadilla. El número mágico era cuatro, se tomaba tres cervezas y estaba contento pero a la cuarta se transformaba, su conducta cambiaba por completo.
El primer de muchos problemas fue una noche en que comenzó a decir que yo le coqueteaba a cualquiera. Esa noche me sorprendió. Me dijo que yo era una basura y no valía nada. Quedé sorprendido, no lo reconocía. Me dijo que no lo provocara pues me iba a tirar la cerveza en la cara. Para evitar problemas decidí irme del lugar. Le indiqué que lo nuestro se acababa allí. Sin embargo, al salir del lugar se va detrás de mí pidiéndome perdón, diciéndome que me ama. Me dijo que lo que había hecho lo hizo por celos y comenzó a llorar. Verlo llorar me conmovió. Aún así tuvo que suplicarme por varios días antes de volver a compartir con él.
Pienso ahora que ese momento fue una revelación de lo que vendría luego. Pero el me gustaba mucho y cuando no bebía me decía cosas hermosas. ¿Quién no desea sentirse amado? Y el, cuando estaba sobrio, me demostraba que me amaba.
Pero la pesadilla continuó, las agresiones verbales fueron solo el comienzo, luego vinieron las agresiones físicas. Uno piensa que no toleraría una agresión de una pareja. Pero cuando uno cree amar y cree sentirse amado las cosas se ven diferentes. Sin darme cuenta caí en un patrón de insultos, peleas, amenazas e intimidaciones que se extendieron por espacio de 4 años. En ese período lo dejé mil veces. Pero siempre volvía a rogando, llorando, y yo volvía a caer en sus brazos.
Todos mis amigos se percataron de su problema y me advirtieron. Pero yo siempre lo trataba de justificar ante ellos, ante mi familia y para mí mismo; estaba ciego. Intenté que buscara ayuda, pero decía que no tenía ningún problema. Tome la decisión de buscar ayuda yo, y dejarlo definitivamente.
No ha sido fácil, me ha tomado más de 8 meses lograr romper con él. En ese proceso volvimos a agredirnos. En esta ocasión tuvimos que llegar hasta la corte, lo que nunca pensé.
Enamorarse de alguien que tiene problemas serios de alcohol o drogas es difícil. Cuando lo conoces no ves esos problemas, solo ves esta persona agradable que te dice cosas hermosas. Pero lo más difícil es tener que dejar a una persona cuando aún la amas. Pero a veces tienes que escoger entre tu salud mental, seguridad y ese amor enfermo. Aún así se te queda un sabor amargo pensando siempre que tal vez pudo ser todo diferente.
Hace poco lo vi con otra persona, estaba contento. Para ser honesto me dolió un poco. Yo aún sufriendo y él contento. A pesar de que me dolió pienso que fue bueno que lo viera con otro. Así me aseguro que no volveré a caer en la misma trampa de palabras lindas. Solo me da pena la otra persona.
¿Qué aprendí? Siempre te dicen que uno se tiene que amar primero y uno piensa que eso son tonterías. Pero en verdad tienes que amarte tú primero y nunca dejar que alguien te intente bajar tu autoestima. Cuando alguien intenta eso es porque la de ell@s esta por el suelo.
Ahora estoy en el proceso de sanación. Perdonándolo, perdonándome y mirando hacia el futuro con optimismo, con deseoso de volver a amar nuevamente. Pero esta vez con una gran lección aprendida.
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VIOLENCIA DOMÉSTICA: RELATO DE UN MALTRATADO
Reviewed by qpgc
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